28/07/2022
Este Plan aún requiere su aprobación formal por parte de la Comisión (se espera que llegue en las próximas seis semanas), pero España ha sido una de las “primeras de la clase”, uno de los cinco países que ha conseguido estar en el primer paquete de planes nacionales autorizados junto a Francia, Polonia, Portugal y Dinamarca.
Ser rápidos en este caso no es una mera cuestión de imagen. Tener claro en septiembre cómo va a ser la PAC del año que viene permitirá a nuestros agricultores tomar las decisiones más idóneas en cuestión de siembra para los cultivos que cosecharán en la nueva campaña.
¿Y cómo es este Plan? El artículo central de este número de ‘Agricultura’ avanza algunas líneas importantes, y seguramente seguiremos desentrañándolo en los próximos meses, pero en este espacio querría lanzar una pequeña analogía que se me ha ocurrido sobre este tema.
A veces me da la sensación de que las reformas de la Política Agrícola Común vienen a ser como si el sector se casara con Bruselas cada (más o menos) cinco años y estuviéramos decidiendo previamente los detalles de la nueva ceremonia.
En este caso, la Comisión Europea, que, para entendernos, es quien marca el protocolo de la boda, definió unas directrices más sostenibles medioambientalmente, en línea con las ya marcadas en su famosa estrategia ‘Del campo a la mesa’. A esta línea directriz “más verde” es a la que los diferentes países han tenido que ajustar su Plan Estratégico, esto es, su “etiqueta”.
Pues bien, si consideráramos el cuidado del medio ambiente como opción de PAC más elegante, a España por supuesto que le hubiera gustado elegir un “chaqué verde” y apoyar una agricultura basada únicamente en producciones medioambientalmente sostenibles, que en teoría es lo que nos reclama la sociedad, ¿no?
Pero la realidad a veces es más compleja y nuestras necesidades muy diversas. Ya lo dijo el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower: “La agricultura se ve fácil cuando el arado es un lápiz y se está a mil millas del campo de maíz”. Muchas veces es necesario ser prácticos y dejar al lado el “chaqué” y decantarse por un traje elegante al que luego se pueda dar uso.
La problemática agraria española no nos permite únicamente vestir muy “verdes” y elegantes, aunque el 43% de las medidas del Plan sí lo sean. Sin entrar en debatir si una producción totalmente “verde” estaría reñida con la capacidad para abastecer a la población española de suficientes alimentos de calidad, también es necesario destinar recursos económicos a otras prioridades, como garantizar el relevo generacional, promover la inclusión de mujeres y jóvenes al mando de explotaciones agrarias o avanzar en la necesaria modernización de regadíos y digitalización del sector.
Por eso, desde mi punto de vista, el Ministerio se ha decantado por un traje con una corbata bonita, una elección que permite que 680.000 agricultores y ganaderos cuenten hasta 2027 con unas ayudas confirmadas de 7.200 millones de euros anuales.
Y como en las bodas, para algunos, este traje es una elección demasiado pobre; para otros, un derroche. Y la única forma que tendremos de saberlo de una forma más o menos objetiva será en la próxima reforma, o en el chequeo intermedio. ¿Quién sabe?