Editorial Agrícola
Economía

El superpoder de la visibilidad

05/07/2021

Por Jesús López Colmenarejo, director ejecutivo de Grupo Editorial Agrícola

El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua despacha el término “visibilidad” con un escueto, “cualidad de visible, que se puede ver”, un término tan sencillo y a la vez tan complicado de conseguir para nuestro sector agroalimentario.


Complicado para nuestros profesionales, agricultores y técnicos, que reclaman esa visibilidad como si fuera el Santo Grial que les sirva para hacer que la sociedad les reconozca su trabajo. Pero, ¿serviría de algo simplemente con que un consumidor medio conociera el trabajo que hay detrás de esos alimentos sanos, seguros y bastante baratos que tiene en su frigorífico? ¿O sería solo una acción para calmar el ego de la cadena alimentaria? Estamos convencidos de que esta acción es necesaria por varias razones.

En primer lugar dicen que no se valora lo que no se conoce, o como decía Charles Chaplin: “sin haber conocido la miseria es imposible valorar el lujo”, y el lujo no es otro, entre otras cosas, que comer tres veces al día sin grandes problemas.

En economía, el término “commodity” viene a ser algo como una materia prima con la que se puede comerciar, y que normalmente se utiliza como base en la fabricación de otros productos más refinados. Pues bien, gran parte de nuestra sociedad percibe sus alimentos como “commodities”, y solo diferencia aquellos que destacan por una virtud complementaria.

Acciones que aportan valor a un producto y lo hacen diferente para el consumidor son, entre otras, su procedencia o vinculación al territorio en el que se produce (ahí tenemos las Indicaciones Geográficas Protegidas), que se haya producido sin algo en concreto (la agricultura ecológica en la que no se usan abonos o fitosanitarios de síntesis) o se haya elaborado acorde a ritos religiosos, como son los alimentos kosher o halal.

¿Y qué ocurre con los alimentos que no son percibidos como diferentes por estas u otras razones? Que no se valoran adecuadamente y suele ser más complejo que tengan un precio justo.

Porque una harina de trigo base es eso, trigo molido y ya está, y el consumidor se va a guiar por precio o, como mucho, por el valor de calidad que le aporte la marca. ¿Qué ocurriría si el consumidor conociera lo que ha tenido que pasar para que una semilla de trigo llegue al estante del supermercado? Lo primero es que ampliaría su cultura general, pero quizás también fuera un poquito más consciente de que esa harina no se aparece como la Virgen de Fátima sino que hay mucho trabajo y mucha gente detrás de ella. Gente, pueblos, profesionales, familias y empresas que necesitan recibir un precio digno por este alimento que están produciendo. También podría afectar al derroche de alimentos, otra de las grandes epidemias de nuestra sociedad ya que siempre es más difícil tirar algo a la basura si sabes lo duro que es fabricarlo.

¿Y cuál es el inconveniente para llevar a cabo esta necesaria visibilización del sector agroalimentario y sus alimentos? En primer lugar necesitamos una visión a largo plazo y una estrategia de sector, dos temas a los que no estamos acostumbrados. También necesitaríamos un liderazgo, bien de la Administración pública, bien de una estructura independiente apoyada por el sector, aunque lo ideal sería de ambos.

Como dijo Franklin D. Roosevelt, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, y el superpoder de visibilizar el sector está en nuestras manos, ya sabemos lo que supone que no se vea nuestro trabajo.

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