En el año 1938, Guy Callendar desató un tornado científico al acuñar por primera vez el término "calentamiento global" y teorizar sobre su origen antropogénico (Callendar, 1938). Sus hipótesis, inicialmente controvertidas y rebatidas, han sido aceptadas ampliamente y sus predicciones han demostrado ser ciertas, aunque excesivamente optimistas.
Además de hablar del retroceso de los glaciares, Callendar ya mencionó el efecto del calentamiento global sobre las cosechas. Ochenta años después de este trabajo pionero, sabemos que el incremento de la temperatura global es un hecho constatado y que su efecto en la agricultura global es una realidad a la que se enfrentan productores y consumidores.
El cambio climático viene acompañado, entre otros factores, de un incremento de la temperatura global cuyo efecto en los cultivos es drástico. Por una parte, el calor impacta directamente en los procesos de crecimiento y desarrollo de las plantas afectando a procesos tan fundamentales como la fotosíntesis, el tiempo de floración, la viabilidad del polen, la maduración de los frutos, etc. Además, la temperatura tiene un efecto secundario sobre las defensas vegetales ya que promueve la emergencia, expansión y redistribución de patógenos y plagas al mismo tiempo que debilita el sistema inmune de los cultivos. En conjunto, estos efectos directos e indirectos del calor promueven una bajada de productividad de las cosechas y anticipan un escenario en el que urge la adopción de medidas que garanticen la sustentabilidad de los sistemas agrícolas globales a través de todas las herramientas y tecnologías a nuestro alcance.
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