Uno de los sectores más castigados por la opinión pública es el agrícola. Es innegable que la demanda hídrica de la producción agrícola es muy elevada, suponiendo el 80,4% del gasto total de agua de España. Sin embargo, es necesario hacer unas reflexiones acerca de esta cifra.
El regadío español
El regadío español ocupaba casi 3,8 millones de hectáreas de cultivo en 2022 (el 22,4% del total), no teniendo la misma importancia en todos los subsectores. En hortalizas suponen el 78% de la superficie, mientras que en los cultivos herbáceos es el 15%. Aunque ello no supone un mayor consumo de agua. Los cultivos herbáceos consumen el 55% de los recursos hídricos que se destinan a la agricultura, mientras que las hortalizas suponen el 11%, según el INE.
Uno de los factores que influyen en este consumo de agua, aparte de la propia superficie, es la eficiencia de los sistemas de riego. El riego por gravedad supone el 33% de la demanda hídrica de la agricultura. Si bien el regadío español lleva haciendo un esfuerzo considerable en los últimos 20 años, reduciendo su huella hídrica en un 30% entre 2000 y 2018 y descendiendo un 59% la importancia del riego por gravedad.
Sin embargo, es necesario continuar mejorando la eficiencia del regadío, y con ello dar cabida a las nuevas tecnologías digitales que tienen un enorme potencial.
La cuota compartida
También es necesario reflexionar sobre a quién debe imputarse el consumo hídrico del sector agrícola. Hay quien dice que solo es atribuible a los productores primarios. Aunque ¿es cierto que el 80,4% de los recursos hídricos de España los consumen los 914.871 titulares de explotación? La respuesta es clara y contundente: no.
Los operadores agropecuarios utilizan el agua para satisfacer la demanda alimentaria que requiere tanto la población española como europea, salvaguardando la soberanía y la seguridad alimentaria comunitaria. Porque sí, es necesario recordar que España es uno de los principales exportadores de alimentos a la zona euro. Países que dependen de los alimentos que se producen en el campo español. Algunas voces indican que los alimentos españoles pueden alimentar a más de 70 millones de personas.
La huella hídrica alimentaria debe repartirse entre los operadores de la cadena de valor agroalimentaria y los consumidores. Los primeros por producir, transformar, comercializar y consumir los alimentos y los segundos por utilizarlos para la su propia alimentación. Por lo que no se debe culpabilizar a unas pocas personas de las consecuencias de tiene la demanda alimentaria de un país.
Con lo dicho anteriormente no se pretende insinuar que no sean necesarios mayores esfuerzos para ejecutar una política del agua adecuada en el sector primario. Por un lado, se debe mejorar la eficiencia de los sistemas hídricos. Por otro, se debe ampliar la cuota del agua regenerada y desalada para reducir la presión sobre los recursos hídricos y superficiales.