Es bien sabido que el olivar es un cultivo vecero, con alternancia de buenas cosechas y otras no tan buenas. Aunque el cultivo ha evolucionado mucho, incluyendo su intensificación y regadío, los años de sequía hacen mella en la producción, efecto que puede unirse a la vecería para arrojar cosechas muy escasas.
Las denominadas existencias de enlace de campaña, han servido tradicionalmente de amortiguador de los precios y garantía de aprovisionamiento ante las malas cosechas.
Los datos del Ministerio de Agricultura sobre las últimas campañas, ponen de manifiesto lo extraordinario de la última de ellas:
El balance de campaña se forma, tomando las existencias iniciales de enlace, a las que hay que sumar la producción de esa campaña y las importaciones, y a lo que hay que restar el consumo interior y las exportaciones.
Se puede ver claramente que la disminución de producción en la última campaña, en torno al 50% de una cosecha habitual, es el principal factor de subida de precios, como consecuencia de una manifestación muy clara de la ley de oferta-demanda. Ante una menor oferta y una demanda consistente, el precio subirá de forma inevitable en un mercado libre.
La inflación es el índice que refleja la subida de precios y puede tener dos causas principales, o es una inflación de costes, derivada del incremento de precio, de los insumos necesarios para obtener un producto, o es una inflación de demanda, originada por un incremento de la demanda de un producto o una disminución de la oferta del mismo.
Las existencias de enlace son claves para la estabilización del mercado, por ello en 1947 se creó el Servicio Sindical de Almacenes Reguladores, con el fin de garantizar la reserva y regularizar los precios. En el año 1976 se constituyó, bajo la denominación Patrimonio Comunal Olivarero una agrupación sindical de segundo grado, que después pasó a ser una corporación de derecho público y finalmente en 2002, el Ministerio de Agricultura constituye la actual Fundación Patrimonio Comunal Olivarero.
Se trata de una fundación privada sin ánimo de lucro, cuyos fines son todas aquellas iniciativas que beneficien al conjunto del sector olivarero y que cuenta con la mayor red de almacenes de aceite de oliva del mundo, capaz de almacenar 350.000 Toneladas, en 767 depósitos bajo cubierta y 520 tanques exteriores.
El incremento de precio del aceite de oliva, parece un caso de inflación de demanda, pero no se puede descartar cierta componente especulativa, derivada de una retención de stock por parte de los operadores a la espera de que la subida de precios sea máxima y/o la demanda muestre síntomas de agotamiento, ante un precio inasumible.
Es probable que el incremento de precio total, sea una suma factores que comprenden la mala cosecha a causa de la sequía, un incremento de costes de los insumos, y también cierta componente especulativa, pero sin duda unas mayores existencias de enlace hubieran paliado la subida de precios.
Ante esta situación, la demanda de aceite de oliva, ha acusado el impacto de los precios, reduciéndose, y el consumidor ha buscado productos sustitutivos, ante un precio que ha superado la barrera psicológica de los diez euros por litro.
El sector tendrá que ponderar, si en el futuro incrementa las existencias de enlace para garantizar un precio asumible o se arriesga, como en este año a perder parte de la demanda, que una vez se habitúe a otros productos sustitutivos como grasas animales (mantequilla) o aceites vegetales como el de girasol o soja, puede no volver al aceite de oliva. El aceite de oliva podría ser visto por los consumidores con menor poder adquisitivo, como un producto de consumo ocasional o solo para consumo en crudo. El consumidor medio se sorprende al ver, que un producto, que hace poco más de un año se podía adquirir a 3,50 euros el litro, hoy cueste entre 8 y 10 euros el litro, por muchas explicaciones acerca de la alta inflación que puedan ofrecerse.
Un producto de tanta calidad y valor nutricional como el aceite de oliva, merece poder ser consumido por toda la población a un precio asequible, que sea remunerador también para el productor y ello depende de una gestión de mercado que pondere la necesidad de mantener unas existencias suficientes (lo que también tiene un coste), para estabilizar el mercado ante malas cosechas y otras eventualidades.