Una nueva estrategia en la fertilización de los cultivos
Es evidente que la agricultura como base de la alimentación humana ha realizado con éxito el reto de adaptarse a un crecimiento exponencial de la población mundial. Si la población en el mundo se estimaba en 2.500 millones de personas en 1950, en el pasado año 2022 se superaron los 8.000 millones y nuestra agricultura sigue garantizando la suficiencia alimentaria de forma global. Esto ha sido posible gracias a la intensificación en el uso de la tierra, la mecanización agraria, el uso cada vez más importante de insumos químicos y la mejora genética de nuestros cultivos. Las previsiones de crecimiento demográfico, si bien están experimentando una cierta ralentización, prevén alcanzar los 10.400 millones al final de esta centuria según proyecciones de la Naciones Unidas (https://www.un.org/ en/global-issues/population, consultado 4 diciembre 2023). Mantener estos ritmos de crecimiento en la producción de alimentos es el mayor reto que afronta la sociedad humana en el presente siglo, todo ello en un contexto donde las materias primas base de la fertilización química empiezan a dar síntomas de su finitud, el suelo agrícola se expande imparable en la conquista de zonas de alto valor ecológico, hay serias señales de degradación de nuestros sistemas productivos, a lo que se suma el hecho de vivir en un contexto de cambio climático que amenaza la estabilidad de buena parte de nuestra producción agraria.
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