El agua es un insumo fundamental para la producción agrícola y desempeña un papel importante en la seguridad alimentaria. Así, la agricultura de regadío con tan solo el 20% del total de la superficie cultivada aporta el 40% de la producción total de alimentos en todo el mundo. La agricultura de regadío es, en promedio, al menos el doble de productiva por unidad de superficie que la agricultura de secano, permitiendo tanto la intensificación de la producción como la diversificación de los cultivos.
En Andalucía, la agricultura de regadío tiene una gran importancia económica y social, única alternativa posible para el desarrollo de numerosas zonas rurales, como motor de una agricultura productiva y rentable y del desarrollo de una importante actividad empresarial ligada a esta actividad. La superficie de regadío de Andalucía, del 25% de la superficie agraria útil (1.000.000 ha), genera alrededor del 63% del empleo y de la producción final agraria (MAPA, 2015).
No obstante, la agricultura andaluza se enfrenta a un importante desafío como consecuencia del cambio climático, el cual amenaza con un importante incremento en las temperaturas (entre 2 y 4ºC), extremas e irregulares, y una disminución de las precipitaciones (entre un 5 y un 10%), lo que supondría un incremento de las necesidades hídricas y una reducción de los recursos hídricos de un 20 a un 40% (Pérez-Pérez et al., 2020). Esta situación supone un importante reto para el agricultor andaluz, el cual en las últimas campañas de cultivo se está enfrentando al desafío de obtener producciones rentables con bajas o escasas dotaciones de riego, como ha sido el caso de las principales zonas productoras de cítricos de la Vega del Guadalquivir y el litoral de Huelva.
La dotación insuficiente de los recursos hídricos, sin una gestión eficiente de los mismos, puede repercutir en la floración, así como en el cuajado, engorde y calidad de la fruta, comprometiendo con ello la producción comercial final. En el caso de situaciones extremas de sequía o de dotaciones hídricas muy escasas, ya no solo es la productividad o rentabilidad de la plantación lo que está en juego si no la supervivencia de los propios árboles. Ante esta difícil situación muchos agricultores andaluces han empezado a abandonar algunas de las plantaciones, en el mejor de los casos, para asegurar la producción de aquellas más rentables, destinando a éstas la totalidad de la dotación de agua que les ha sido asignadas.
Ante esta situación, y con el objetivo de adaptarse a situaciones de déficit hídrico y paliar sus efectos sobre la rentabilidad de las explotaciones de cítricos de Andalucía, se hace necesario adoptar estrategias de riego y/o de cultivo que permitan reducir las necesidades hídricas del cultivo y/o mejorar la eficiencia en el uso del agua de riego. Por otro lado, la selección de nuevos patrones de cítricos, con mejor respuesta frente a la sequía, constituye una de las estrategias más interesantes a largo plazo.
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