La agricultura española se enfrenta al desafío de adaptar sus prácticas de fertilización a las nuevas normativas europeas y nacionales para conseguir mejorar en la eficiencia en el uso de los nutrientes, especialmente la del nitrógeno (N). La estrategia del “Farm to Fork” (de la granja a la mesa) del Pacto Verde Europeo, el reciente Real Decreto de nutrición sostenible, o los planes de actuación en zonas vulnerables a la contaminación por nitratos, son los ejemplos más importantes de este nuevo escenario que busca reducir las pérdidas de nutrientes para mejorar la calidad ambiental. Dentro de estas normativas se establecen límites máximos de N a aplicar por cultivo y periodos de prohibición de fertilización nitrogenada. Además, favorecen el uso de fertilizantes que reduzcan las emisiones de amoniaco, las emisiones de gases de efecto invernadero y las pérdidas de N por lixiviación.
Para reducir las pérdidas potenciales de N y mejorar la nutrición de los cultivos existen a disposición del agricultor una serie de tecnologías de fertilizantes contrastadas científicamente y que pueden ayudar a los agricultores a adaptarse a las nuevas normativas, los inhibidores.
Los inhibidores son unos compuestos que añadidos a fertilizantes (granulados, solubles o líquidos) les proporcionan unas características que mejoran su eficiencia. Sin embargo, es importante remarcar que no todos los inhibidores tienen el mismo efecto porque actúan en procesos diferentes de la transformación del fertilizante nitrogenado en el suelo, por eso se distingue entre inhibidores de la ureasa e inhibidores de la nitrificación.
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