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Los cátaros y las fresas con hepatitis A

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ECONOMÍA

07/03/2024

2 minutos en leer

Aprovecho un espacio entre editoriales de AGRICULTURA para hacer una pequeña reflexión, en este caso, que vincula historia con política agraria y actualidad.

Para quien no la conozca, Béziers es una ciudad francesa con más de 2.700 años de historia, una ciudad que fue famosa porque en el siglo XIII allí tuvo lugar uno de los puntos clave de la cruzada contra los cátaros. Ésta era una secta cristiana considerada herética por la iglesia católica, y tenían, entre otras, varias características que definían su culto: eran dualistas (creían que existían un principio bueno y otro malo enfrentados y, por tanto, negaban la existencia de un único dios), tenían a “lo material” como una creación demoníaca, creían que Jesucristo era un ser espiritual creado por Dios, no parte de la Santísima Trinidad y que las almas transmigraban tras la muerte a un nuevo cuerpo.

La iglesia católica, ante la creciente importancia de esta herejía, comenzó una cruzada contra ella al considerar que amenazaba su poder. En ella, el Papa promete a los participantes la absolución de sus pecados, el paraíso a los muertos en combate y las posesiones de los herejes.

Pues bien, en Béziers tuvo lugar un hecho que me ha venido a la cabeza a raíz de la denuncia llevada a cabo por la presencia de hepatitis A en fresas procedentes de Marruecos durante estos días, tanto al Ministerio como a la UE.

El 21 de julio de 1209, los cruzados cercaron Béziers, donde sus cerca de siete mil habitantes se habían refugiado en la iglesia de la Madeleine.

Antes de entrar a sangre y fuego en el recinto, alguien de las tropas papales preguntó cómo iban a distinguir a los buenos católicos de los herejes cátaros, a lo que el legado papal pronunció la famosa frase “¡Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos!”.

Pues eso mismo me da la sensación que nos ha ocurrido con las fresas y la hepatitis A.

Hace unos días. saltaba a los medios una alerta sanitaria desencadenada por una partida de fresas provenientes de Marruecos en la que se habían detectado microorganismos patógenos del virus de la hepatitis A. Según el Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos (RASFF), estas fresas superaron el nivel máximo permitido y suponía un riesgo grave para la salud pública. Que se produzca una alerta de este tipo a la población española lo primero que provoca es que el consumidor deje de consumir fresas, las etiquetadas como marroquíes y las españolas, por si acaso.

Si ha saltado la alerta es que el sistema de control alimentario funciona, el servicio de Sanidad Exterior ha hecho el análisis en frontera y ha encontrado el patógeno, por lo que esas fresas no llegaron a los consumidores.

El problema es que tampoco llegarán muchas de las que están ahora mismo en la cadena alimentaria, en los campos españoles o en nuestras cooperativas y supermercados.

Tengamos cuidado de que no nos matemos todos por aprovechar los momentos para reivindicar cuestiones totalmente legítimas.

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