¿Por qué? Por un lado, porque el sector agroalimentario siempre ha sido un valor refugio en tiempos de incertidumbre, porque contamos con negocios que aportan estabilidad y diversificación a los inversores, y por la tranquilidad que da pensar que inviertes en algo que la gente necesita tres veces al día: comer.
¿Y por qué España? Porque, aunque muchas veces no lo valoremos adecuadamente, España está en el marco legal de la Unión Europea, algo que le da al inversor una seguridad de la que otras regiones con menores costes de producción en mano de obra carecen. También tenemos tierras productivas, un clima bastante favorable a la agricultura, fincas más o menos dimensionadas a un coste razonable y unas infraestructuras “dignas” en lo referente a redes de telecomunicaciones, servicios terciarios y conexiones por carretera. No en vano somos un país referencia en exportación de alimentos a nivel mundial, superando en 2023 los 70.000 millones de euros. Ah, y no olvidemos que la existencia de la PAC y las subvenciones (aunque sean condicionantes a la producción que en otras partes del mundo no existen), ya que su existencia aporta una base de retorno segura para la inversión.
¿Van a ser los fondos de inversión una opción mayoritaria en la producción agraria nacional? Personalmente no lo creo, pero su existencia acelerará la transición de nuestro sector a otras realidades. La situación de “tormenta perfecta” actual en la que nuestras explotaciones cuentan con escasos márgenes económicos y una edad media de los titulares de las explotaciones elevada, nos aboca o al abandono o a la reconversión.
Por ello, me temo que la tan pedida “profesionalización” agraria llegará al campo español, pero no como muchos lo imaginaban.
En las explotaciones cuyo propietario es un fondo de inversión, los agricultores no son quienes toman las decisiones sobre los cultivos que trabajan, ya que son los gestores del fondo quienes lo hacen en base a análisis y estrategias analíticas. El agricultor que opte por esta opción laboral, eso sí, contará con una fuente de ingresos más estable que la que tiene en “el mercado libre”, tendrá posibilidad de acceder a capital adicional para expandir o mejorar su negocio, formación y recursos para mejorar los conocimientos. Algo muy similar a lo que cuenta un trabajador por cuenta ajena.
Este modelo escandalizará a muchos, por lo que implica esa separación tan clara entre agricultor y propietario, pero esto es algo que de facto ya se produce con la famosa “agricultura de salón”, aunque ahí sea el agricultor el que toma las decisiones agrarias y no el propietario.
Y realmente ¿tiene el agricultor medio español mentalidad de empresario? ¿Echará en falta esa toma de decisiones? Cada caso es un mundo, evidentemente, pero ¿no demandamos la mayor parte de las veces que simplemente se nos pague un sueldo digno por nuestro trabajo? Y esa actitud está, en mi opinión, más cerca de la de un trabajador por cuenta ajena que de la de un empresario.
Como decían los Rolling Stones en su canción “You can´t always get what you want”, “no siempre puedes conseguir lo que quieres”, “a veces no consigues lo que deseas, pero si lo intentas, consigues lo que necesitas”. Y los fondos de inversión agrarios quizás sean un poco eso, dar a muchos esa estabilidad que requieren, aunque eso implique que las decisiones sobre nuestra alimentación queden en pocas manos.