La agricultura mediterránea de secano se caracteriza por someter a los cultivos a un estrés hídrico elevado, particularmente durante los períodos con alta demanda de evaporación, lo que induce a la obtención de bajos rendimientos (Meerkerk et al., 2008). Los frutales leñosos de secano representan un alto porcentaje de las tierras de cultivo en la región mediterránea, con plantaciones que generalmente son monocultivos de baja densidad de plantación, tamaños de copa controlados mediante la poda y el uso del laboreo para prevenir el desarrollo de malezas y fomentar la infiltración del agua de lluvia. Cherlet et al. (2013) estimaron una disminución de alrededor del 12% en la productividad de los cultivos frutales debido a la degradación del suelo agrícola en Europa, durante el período comprendido entre 1982 y 2010.
El almendro [Prunus dulcis (Mill.) D.A. Webb] es un cultivo muy extendido en España con una superficie de 765.036 ha, de las cuales un 76,4% son en secano (ESYRCE, 2023). La mayoría de estos almendros de secano están situados en áreas marginales de laderas, donde el deterioro del suelo y la erosión son los problemas ambientales más importantes (Durán et al., 2008) (Figura 1). Son plantaciones en terrenos de escasa fertilidad, con bajos aportes de insumos y pocos cuidados culturales; lo que hace que se obtengan bajos rendimientos (350-400 kg/ ha) (Arquero, 2013).
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