Los bioestimulantes aumentan un 10% la eficiencia en el uso de nutrientes, un 5% el rendimiento de cosecha y un 15% la mejora en aspectos de calidad, como el cuajado del fruto, color, el aumento del tamaño, sabor y contenido de azúcares, además de mejorar la capacidad de detección del agua. Estos datos suscritos por la directora general de la Asociación Española de Fabricantes de Agronutrientes (AEFA), Camino García, demuestran su eficacia, a lo que hay que añadir su seguridad (los efectos que aparecen en sus etiquetas están demostrados por ensayos) y su gran capacidad para mejora las cualidades de la planta.
Raúl Ochoa, profesor titular de Botánica de la Universidad de Cádiz e investigador del Instituto de Investigación Vitivinícola y Agroalimentaria, afirma que “los bioestimulantes son sinónimo de calidad, son sustancias, generalmente de origen biológico, que favorecen algún tipo de característica agronómica y que se utiliza en bajas concentraciones”.
En TIMAC AGRO, el product manager y doctor en Biotecnología, Mikel Domínguez, explica que desde hace un tiempo la industria agroalimentaria y, en concreto, la viticultura, han experimentado un cambio hacia la optimización de la calidad y la productividad de las cosechas, “en esta transición los productos bioestimulantes se convierten en actores principales, gracias a su capacidad de reducir las unidades fertilizantes, así como el uso de tratamientos químicos y fitosanitario, al mismo tiempo que incrementamos con ellos la producción y calidad de la uva”.
Investigaciones en el sector vitivinícola
Una de las investigaciones actuales trabaja con un doble objetivo: aplicar los bioestimulantes a la planta para que la protejan frente a agresiones externas, como enfermedades de la vid, y reducir el uso de químicos, y mejorar la composición de la uva, lo que repercutirá en la calidad del vino.
Teresa Garde, científica titular del CSIC, investigadora del Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino (ICVV) y responsable del Grupo de Investigación de Viticultura y Enología Aplicadas (VIENAP), trabaja en este estudio, “en él utilizamos elicitores, entre ellos el jasmonato de metilo, que nos ha demostrado ser muy efectivo a la hora no solo de lograr los dos objetivos prioritarios del estudio, sino también a estabilizar los efectos negativos que sobre la planta tiene el cambio climático, que provoca que en la uva se acumulen los azúcares de manera más rápida y que los fenólicos se sinteticen más lentamente”.
Por su parte, Raúl Ochoa explica que las investigaciones las comenzaron hace 5 años, “trabajando en bioestimulantes microbianos con la idea de añadir microorganismos que ayudaran a la planta a funcionar mejor, que favorezcan su inmunidad y la capacidad de tener nutrientes”.
Estas investigaciones, en un sector muy ligado al I+D+i buscan reducir el impacto del cambio climático, mejorar la calidad de la uva, fortalecerla, mejorar la producción, siempre desde un punto de vista sostenible y con el objetivo de que el agricultor mejore sus cosechas. Se trata de un sector en auge que tiene aún mucho futuro gracias a la investigación.

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