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¿Mirar atrás con ira? El sector necesita menos nostalgia y más futuro

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ECONOMÍA

23/01/2025

2 minutos en leer

Según la RAE, uno de los significados de “nostalgia” es la “tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida”. Y sí, quien conozca nuestro sector agrario quizá pudiera definirlo hasta cierto punto como nostálgico.

Esa nostalgia es la responsable, entre otras cosas, de la capacidad de resistencia del sector, otra de sus características diferenciales (y nuestro gran activo), pero también hace aflorar otra cara menos positiva, la de pensar que “todo tiempo pasado fue mejor”. Sí, mirar atrás en positivo nos da esa fuerza que nos permite afrontar el futuro permanentemente incierto que vive el sector agrario, pero no debe suponer un lastre que nos impida avanzar.

El sector agrario de hace 30 o 40 años no era mejor o peor, era… otro sector, como el resto de nuestras vidas, con sus cosas positivas y negativas. ¿Podía antes vivir una familia con la mitad de terreno y una cuarta parte de inversión que actualmente? Posiblemente sí, pero nuestro cerebro también obvia los datos que no nos gustan, como las condiciones laborales que nuestros padres tenían en ese momento.

Personalmente, estoy convencido de que el sector agroalimentario seguirá teniendo futuro, aunque quizás no sea ni como lo conocemos a día de hoy ni como nos gustaría que fuera. Todo cambia muy deprisa.

El relevo generacional es necesario (y urgente) para el campo, trabajar en la agricultura ya no se reduce a ir aprendiendo el oficio, olvidando el porvenir. Si quieres ser un profesional agrario necesitas mucha tecnología, pero cuentas con una oferta de formación diversa a tu disposición.

Para atraer a los jóvenes tendremos que cambiar cosas, trabajar más unidos. Una de las formas es desarrollar aún más nuestras cooperativas agrarias. Es cierto que cuando no funcionan bien, un rato cada día la engañaríamos con cualquiera o la cambiaríamos por cualquiera, pero no olvidemos que son nuestras empresas, no de otros.

Otra de las cosas que necesitamos pulir es nuestra imagen, el tópico de que la gente del campo se queja solo de vicio y que producir alimentos es una manera de vivir. A la gente de las ciudades hay que contarles toda la historia, porque a los agricultores del presente con futuro les gusta mucho su trabajo, sí, pero son ante todo buenos profesionales que aspiran a vivir de su profesión.

Sí, podremos seguir yendo a bares (esos lugares tan gratos para conversar), en los que compartir novedades, precios, exageraciones y desahogos… o usar las redes sociales para ello, pero cuando salgamos de nuestro entorno no olvidemos recordar a quien quiera oírnos que el sector agroalimentario seguirá siendo una muy buena salida profesional para los jóvenes. Al fin y al cabo, seguiremos necesitando alimentarnos todos los días.

Y si eres joven, plantéate que el campo puede ser un buen sitio para desarrollar tu vida. Pero, ojo, que no va a ser como lo hicieron tus padres o abuelos, porque nada es igual y tu destino es el que tú decides, el que eliges para ti. Soplan vientos de innovación, de estar comunicados y bien informados. Son tiempos de tener una visión de cadena, acercarnos lo más posible al consumidor, que es quien debe valorar los alimentos que producimos. Si eres de los que piensa eso de: “¿A quién le importa lo que yo haga? Yo soy así y así seguiré, nunca cambiaré”, lo mismo te estás quedando fuera pero aún no lo sabes.

En nuestra mano está seguir pensando que el sector agroalimentario tiene futuro, que no solamente hay que resistir para seguir viviendo y que lo de soportar los golpes y jamás rendirse es una solución para los momentos duros, pero no implica una estrategia a largo plazo.

Estoy seguro de que 2025 puede ser un buen año… y el que viene también. (P.D.: este editorial cuenta con algo de nostalgia musical).

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