Los drones o vehículos aéreos no tripulados (UAVs, por sus siglas en inglés) han cobrado protagonismo en el ámbito de la agricultura de precisión debido a su capacidad para realizar mapeos rápidos y detallados de áreas extensas y de difícil acceso mediante métodos tradicionales (Zhang et al., 2022). Equipados con tecnologías como GNSS, sensores multiespectrales y cámaras de alta resolución, los drones permiten hacer operaciones, como tratamientos fitosanitarios, o recopilar datos precisos para evaluar la salud de los cultivos, identificar zonas afectadas por plagas o enfermedades y monitorear el rendimiento y desarrollo de la vegetación (Hassan et al., 2019; Vélez et al., 2023).
Sin embargo, uno de los principales desafíos actuales es la optimización de la planificación de rutas de los drones para maximizar su eficiencia y eficacia en tareas agrícolas. La planificación de rutas es esencial para asegurar que los drones cubran el área de interés de la manera más eficiente posible, minimizando el tiempo de vuelo y el consumo de energía (Fevgas et al., 2022). Los métodos tradicionales de planificación de rutas suelen basarse únicamente en la geometría del campo, sin considerar las condiciones específicas del entorno biofísico, es decir, sin tener en cuenta la distribución real de la vegetación.
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