Los olivares, que ocupan alrededor de 11 millones de hectáreas a nivel mundial, capturan carbono. Según datos del Consejo Oleícola Internacional (COI), la producción de un solo litro de aceite de oliva permite retirar hasta 10,65 kilogramos de dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera. Además, cada hectárea de olivar es capaz de capturar unas 4,58 toneladas de CO2 al año.
Además, participar en proyectos de secuestro de carbono puede facilitar el acceso a ayudas europeas, ya que la Política Agraria Común (PAC) prioriza prácticas agrícolas que reduzcan la huella de carbono, directamente en la explotación o mediante la fabricación de fertilizantes que sean respetuosos con el medio ambiente. Por eso, la industria de insumos agrícolas también se está poniendo las pilas al respecto.
En este contexto, existen distintas iniciativas que están impulsando prácticas agronómicas sostenibles con el objetivo de reforzar el papel del sector olivarero en la protección del equilibrio ecológico.
Proyecto C-Olivar: certificación del secuestro de CO2 en el olivar
Un ejemplo de estas iniciativas es el proyecto C-Olivar, en Estepa (Sevilla) que estudia y mejora la capacidad de los suelos de los olivares para capturar carbono. Este proyecto que se está llevando a cabo en el olivar no solo beneficia al medio ambiente, sino que también promueve prácticas agrícolas más sostenibles y rentables.
Así lo explica Moisés Caballero, secretario de la Denominación de Origen Estepa: “En primer lugar, se están obteniendo una serie de resultados científicamente validados, lo que permite comenzar a abordar la medición y, posteriormente, la certificación del carbono capturado en los olivares. Este avance es especialmente relevante, ya que el estudio cuenta con el respaldo científico de diversos centros de investigación, además de basarse en una amplia y representativa muestra de explotaciones olivareras, lo que garantiza la rigurosidad y aplicabilidad de los resultados”.
BALAM Agriculture: innovación para aumentar la rentabilidad del olivar
El cambio fundamental en el olivar respecto al secuestro de carbono reside en que los agricultores ya ven que es una realidad y que les reporta ingresos.
De hecho, Francisco Romero Molina, director BALAM Nature, nos explica que los agricultores que entran en estos programas obtienen importantes ventajas: “Beneficios directos por la venta de los créditos de carbono vinculados a la implementación de prácticas agrícolas que reducen las emisiones y aumento de las absorciones de la explotación, además de beneficios indirectos como la mejora de la sostenibilidad y biodiversidad de la explotación, mejora de la salud y estructura del suelo, cumplir con las estrategias de mitigación de GEI (Gases de Efecto Invernadero) y prácticas de manejo más rentables y sostenibles”.
IFAPA Camino de Purchil: investigación aplicada al campo
El secuestro de carbono está íntimamente ligado a las buenas prácticas agrícolas, como las que propone la agricultura regenerativa. Y es que gracias a técnicas como la agricultura de conservación se puede mejorar la rentabilidad de las explotaciones oleícolas.
Explica Sergio Colombo, investigador principal del IFAPA Camino de Purchil (Granada), qué técnicas están llevando a cabo: “El empleo de cubiertas vegetales vivas es la práctica más efectiva. Si a estas prácticas se les añaden los residuos de poda, se incrementa el secuestro de carbono. Estas prácticas, si se llevan a cabo correctamente, no solo mejoran la estructura del suelo y favorecen la gestión del cultivo, sino que también reducen los costes de producción y, por tanto, incrementan la rentabilidad de las explotaciones”.
Apuesta por los fertilizantes más sostenibles: el caso de Yara Iberian
La revolución que está viviendo el sector olivarero pasa también por la industria, que está volcada en la fabricación de fertilizantes sostenibles. Es el caso de Yara Iberian, quienes son líderes en la aplicación de una serie de fertilizantes que pueden reducir la huella de carbono del conjunto del cultivo.
Los conocidos como fertilizantes azules o verdes se diferencian de los convencionales (los llamados grises) porque son cada vez más demandados. Nos explica Jorge Martínez (Business Development Manager Food Chain de Yara Iberian) qué son: “Grises, azules, verdes son términos coloquiales, para describir el tipo de energía utilizada en la fabricación del fertilizante. En los fertilizantes “grises” se utilizan energía fósiles, principalmente gas natural, y en el proceso se emite CO2 a la atmósfera. En los llamados “azules”, una parte del CO2 producido se captura y se almacena, por lo que no se emite a la atmósfera y se reducen las emisiones. Los fertilizantes a los que se refieren como “verdes”, están fabricados a partir de energías renovables, por lo que el nivel de emisiones en su fabricación es mínimo”.
Sin duda, estamos ante una oportunidad económica real para los agricultores. La venta de créditos de carbono, el acceso a ayudas de la Unión Europea y el desarrollo de nuevos fertilizantes demuestra que el sector oleícola en España está viviendo una pequeña revolución.
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