Nuestro país lidera a nivel mundial en superficie, con 2,83 millones de hectáreas de las que 2,49 corresponden a olivar de almazara; en producción y comercialización, con unas ventas medias de 1,4 millones de toneladas al año; y en exportaciones, a las que se destina el 65% de lo producido. El aceite de oliva español representa el 70% de la producción de la UE y en torno al 50% de la mundial.
Estas cifras, como es lógico, no surgen de la nada. Todo es fruto de la gran tradición olivarera de nuestro país, del incansable trabajo en campo y bajo el sol de los agricultores y de una industria puntera en aplicación de las últimas tecnologías. De la exitosa combinación de estos factores brotan unos aceites de oliva de calidad inigualable –no en vano, contamos con 30 DOP y dos IGP repartidas por todo el país-, capaces de satisfacer los paladares de los consumidores de todo el mundo.
La importancia del sector español del aceite de oliva no se limita, sin embargo, al liderazgo en calidad y en cifras. Además de actuar como motor fundamental de nuestra economía -los aceites de oliva son el tercer producto agroalimentario más exportado desde España, con un 10% de las ventas totales de esta categoría-, se trata de un alimento profundamente enraizado en la idiosincrasia de nuestro país. Su patrimonio paisajístico y medioambiental, representado por esos característicos campos de olivos del sur peninsular, forma parte de nuestra cultura, tradición e historia.
Nuestro ‘oro líquido’ genera el 0,6% del PIB nacional y da trabajo a más de 200.000 personas, muchas en zonas rurales con grave riesgo de despoblación. Es un pilar fundamental, por tanto, tanto para el empleo como para la cohesión territorial.
El sector es, además, uno de los máximos exponentes de la agricultura ecológica en nuestro país, y un claro ejemplo de sistema de economía circular y bioeconomía, a través del aprovechamiento de todos los subproductos de su proceso productivo.
Los objetivos de la campaña 'Compra lo tuyo, defiende lo nuestro' se reflejan a la perfección en el aceite de oliva español, ejemplo de competitividad, impacto positivo en el empleo rural, sostenibilidad ambiental e innovación tanto en campo como en industria.
Debemos sentirnos orgullosos de un modelo que demuestra que es posible mantener altos estándares de calidad y valores sociales mientras se compite, y se gana, en los mercados globales.